13/12/07 19:41-Casa.
Deporte
Los buenos propósitos
que nunca se terminan de cumplir.
Pues que a pesar de empezar con lo de la foto diaria con muchas ganas, al final va quedando todo un poco en el aire.
Os cuento un poco mientras voy subiendo las fotos del puente al Pirineo oscense.
Al final salimos siete de los nueve que íbamos a ir en la furgoneta debido a que Antonio y Cristóbal no puedieron venirse por motivos de última hora.
Turnándonos Emilio, Pepe, Jojope, Javi, Antxon, Belén y Pedro llegamos a Graus ya que el gasoil no nos llegó hasta Benasque. Allí pasamos noche a la orilla del río, en una zona de acampada y por la mañana y tras el correspondiente repostaje gasolinero y desayuno con bollería (lo suso), nos dirigimos a Benasque donde recogimos a Carlos (un ex-alumno mío que ahora es compañero de corredurías por la montaña, cómo es la vida), Miguel y David que habían salido de Cartagena de noche y se encontraban dormitando en el coche.
Por la mañana, visita al santuario del montañero (Barrabés) donde casi todos pecamos. Nos hemos traido un libro muy bueno de seguridad en montaña y escalada y un par de placas slide de kong para escalar, para el cabo de anclaje. Después de aprovisionarnos, nos fuimos para el aparcamiento del valle de Benasque donde repusimos fuerzas con unos buenos bocatas, dejamos cerrada la furgona y nos fuimos para el Refugio de la Renclusa. Charla, risas, cena y a dormir.
A la mañana siguiente, en vez de salir a las 5:00 salimos a las 7:00, lo que en buena parte determinó la imposibilidad de hacer cima en el Aneto. Mucha nieve blanda que hacía muy difícil avanzar y los portillones no los pudimos alcanzar hasta casi las 11 de la mañana. Como ya era hora de tomar algo desde las 6:30 que desayunamos, paramos y viendo el palomo que empezaba a cubrir la cima del Aneto, que empezaba a nevar y que aún nos quedaba pasar el glaciar y ascender la rampa del matachulos, optamos por una retirada a tiempo que siempre sabe a victoria. Sobre todo cuando te enteras al llegar al refugio que un madrileño se había caido durante más de 300 metros en el Salvaguardia, una de las opciones que teníamos para el sábado.
Ya en el refugio de nuevo, otro colacao calentito, cenita y a descansar porque el sábado nos tocaba intentar el Alba, otro bonito 3.000. Saliendo un poco más tarde (a las 8) que el día anterior ya que en teoría no íbamos a necesitar tanto tiempo, subimos uno de los valles más bonitos y recoletos del Pirineo que nos regaló imágenes teñidas de blanco sobre un fondo de cielo azul que contrastaba con la climatología del día anterior y las previsiones que habíamos consultado antes de salir de casa. Conforme ganábamos altura, las condiciones de temperatura y sobre todo de viento, se hicieron más duras, metiéndonos en una ventisca que hacía bajar la sensación térmica demasiado. Sólo dos de los compañeros, Pepe y Javi se atrevieron a subir por un pliegue demasido peligroso y Jojope y Emilio se dieron la vuelta al evaluar la situación. Emilio, además, se pegó un buen susto al descender unos 50 metros deslizando por una rampa de nieve bastante inclinada que no pasó a mayores al utilizar las técnicas de autodetención con piolet.
Antxón, Belén y yo optamos por bajar ya que ahora el tema consisitía en esperar a que apareciesen los dos que habían intentado cima y ninguno de los tres teníamos plumas para resistir parados lo que parecía una espera demasiado larga. Nuestras manos y nuestros pies empezaban a avisar de que existían y que necesitaban calor o si no, tendríamos problemas. Las rachas de viento casi nos sacaban de lo que poco a poco se iba desdibujando como la huella que habíamos hecho en la nieve y nos tenía que servir de guía en la bajada. Bajando rápido, muy rápido, llegamos a la seguridad del valle y poco después a la del caliente refugio, donde repostamos líquidos y sólidos. Entonces fué cuando la espera se hizo eterna. Dos compañeros intentando hacer cima por la cara oeste que no veíamos y no sabíamos en qué condiciones se encontraba, otros dos compañeros esperándoles por si había que actuar y nososotros tres en el cobijo del refugio. Hasta que no los vimos llegar a los cuatro sanos y salvos, no terminó de aposentar bien el caldo que nos habíamos tomado hacía ya más de una hora. Tan fuerte era el viento cuando ellos bajaban, que una de las rachas los tiró a los cuatro al suelo. Y os aseguro que hay más de uno bien grande…..
Bueno, recogemos y para abajo, bajando por el camino helado (literalmente) mientras nos encontramos con gente subiendo ¡en zapatillas de deporte! (y luego hay accidentes….) y luego caminando por el asfalto durante casi dos horas que se nos hicieron interminables. Cambiarnos de ropa en la primera gasolinera, cenar unas buenas pizzas de camino a casa y echar los restos conduciendo para tomarnos un chocolatito calentito «afterhours» en Los Dolores se hizó mucho más llevadero.
Que bien que nos lo hemos pasado. Frio, viento, nieve, hielo, crampones, piolets…… Pirineo en invierno.
Como decía el guardés del refugio al escuchar el sonido del helicóptero rescatando el cuerpo del madrileño el viernes «en invierno no hay ningún pico fácil en el Pirineo».