26 años después

26 años es toda una vida.

Los que hace 26 años teníamos 14, terminábamos la E.G.B. (Educación General Básica) y dábamos el salto a B.U.P. (Bachillerato Unificado Polivalente).

Yo tuve la suerte de pasar aquellos 8 primeros años de formación obligatoria en el Colegio Hispania. Mis padres decidieron que como éramos 3 hermanos, la economía familiar no podría sostener la educación privada del colegio de la lado de casa y nos fuimos al Instituto Isaac Peral.

En aquel lugar dejamos, muy a nuestro pesar, a los amigos de «toda la vida» para cambiarlos por otros que también, dejaron su huella en mi historia personal.

Porque cuando tienes 14 años «toda tu vida» son solamente 8 años de educación primaria.

Ayer tuve el privilegio de reunirme con muchos de ellos. Muchos más de los que en un principio podría imaginarme. Casi 50 «cuarentañeros» de la cosecha del 73-72. Incluso nuestra compañera Eva viajó expresamente desde Holanda para estar con todos.

Éramos tres clases por nivel y algunos de ellos no habían ido a mi clase, la «B», sino a las de al lado (¿pero quién coño leches fue al grupo «C»?). Muchos de ellos los reconocí rápidamente, a algunos los ubiqué en cuanto me dijeron quienes eran y otros han cambiado tanto que apenas podía reconocer en ellos aquellos chavales que jugaban con las trompas, el yo-yo o que repartían patadas en las espinillas en los interminables partidos de fútbol en el patio antes de que tocasen el vals que marcaba el final de aquella media hora de descanso.

Pero aquellos niños y niñas siguen ahí. Con más arrugas (no demasiadas más, todo hay que decirlo) pero con las mismicas ganas de fiesta, de pasarlo bien, de compartir historias viejas y contar historias nuevas de adultos con sus propios hijos viviendo en el presente las mismas historias que revivimos nosotros ayer.

Echamos de menos a muchos de ellos. No quiero nombrar a los que estuvieron ni a los que faltaron. Seguro que me dejaría a muchos de ellos a pesar de que todos y cada uno de ellos forman parte de mi historia como persona. Una historia que empezó a tomar forma en mi memoria consciente, en aquellas aulas atestadas de zagales y zagalas, en aquellos pasillos, el gimnasio con su suelo asfáltico… Los maestros… la mayoría buenos y la minoría de ellos para olvidar aunque también nos acordemos de ellos por otros motivos…

Mis amigos de infancia, mis compañeros y compañeras.

Ha sido un placer compartir tantos años en las aulas y ha sido un placer aún más grande poder compartir con vosotros esa tarde-noche llena de risas, recuerdos y nostalgia.

Nos vamos a seguir viendo, tenedlo por seguro.