Percepciones temporales

Como ya os comenté, el sábado nos juntamos los compañeros de EGB del Hispania y fue genial.

Las historias iban y venían, protagonizadas por alumnos, profesores y el resto del personal no docente: conductor del autobús, conserjes, administrativos, personal de la cantina….

Ésto me hizo retomar una idea que cada cierto tiempo (afortunadamente) me pasa por la cabeza: cómo somos percibidos por los demás y especialmente, en mi trabajo, el de maestro.

El tema de la imagen personal proyectada y la percibida es algo más que hablado, pero la reflexión que hoy os traigo es sobre cómo influimos en seres humanos que se están formando, auténticas esponjas.

Todos teníamos imágenes, algunas difusas y otras bien definidas sobre la personalidad y manías.

Cuando pongo una mala cara o respondo un poco más secamente a algún alumno (todos somos humanos), casi inmediatamente, pienso en lo que opinará de mí ese alumno dentro de unos años. Porque dentro de dos años pensará de una manera, cinco después esa percepción habrá evolucionado y 20 años después tendrá una opinión global con apuntes anecdóticos sobre como era el Maestro Pedro de Educación Física. Y en mi caso y el de otros muchos maestros definitivos, esta opinión se elabora a lo largo de todos los años de la Educación Primaria. Porque seamos sinceros, no solemos recordar a los sustitutos y los maestros especialistas durante un único año tampoco suelen dejar una huella significativa.

Tiene gracia que algo que me suele preocupar bien poco en mi vida cotidiana, tenga tanto peso en mi vida profesional. Pero en nuestro mundillo, lo solemos decir: estamos completamente vendidos. Los papis vienen poniendo el grito en el cielo cuando el nene de turno llega a casa diciendo que el maestro le ha levantado la voz, aparece con una rodilla «sollada» porque se ha caído en el recreo cuando el maestro no miraba o viene avisando que quiere hablar con ellos porque se ha portado mal. Por supuesto, el nene en cuestión negará la plana y sus papás le creerán porque «mi niño nunca miente» y de paso se pasarán por todos los bajos del Tribunal Constitucional la presunción de inocencia y la falibilidad de cualquier ser humano. Aunque sea un pobre maestro de primaria.

Antes cuando nos caíamos nos habíamos caído y punto. Eras torpe y de los porrazos se aprende. Y cuando veníamos diciendo que Don Fulanito quería hablar con los padres, te llevabas una oreja caliente a la reunión y la otra de vuelta para que no le diese envidia, a sumar la correspondiente sanción de privación de visionado televisivo durante un periodo de tiempo no inferior a una semana.

Pero bueno, lo importante y a la vez extrañamente bonito de mi profesión, es que somos capaces de crear inquietudes, preguntas y sueños en unas mentes que literalmente se encuentran en ebullición, mientras los alumnos se van haciendo una idea de cuan imperfectos somos en nuestra condición de seres humanos.

Y a pesar de ello, y afortunadamente, la mayoría de ellos nos aprecian e incluso nos quieren.